A partir de los 30 años la piel empieza a cambiar: su función de barrera protectora se debilita progresivamente, el intercambio de oxígeno en las células se ralentiza, la epidermis pierde cada vez más humedad y su elasticidad disminuye.
Es por eso que mantener la piel joven es fundamental, y no solo por una cuestión estética sino porque se trata del órgano más grande de nuestro cuerpo y está permanentemente relacionado con el resto del organismo. La piel revela las disfunciones de otros órganos, manifiesta emociones y se mantiene activa las 24 horas al día, realizando funciones vitales como la transpiración, el sentido del tacto y la regulación de la temperatura corporal; cuando suben las temperaturas exteriores, se incrementa la circulación sanguínea hacia la piel, provocando su enrojecimiento. Sin embargo, cuando hace frío la circulación disminuye, los vasos sanguíneos se contraen y la piel palidece.
Y por supuesto, no podemos olvidar que la piel ejerce como escudo protector ante los rayos solares ultravioleta. El envejecimiento de la piel está producido entre otros, por una serie de factores externos, básicamente la radiación solar, que lo acelera modificándolo no solo cuantitativamente sino también de forma cualitativa.
La piel se compone de tres capas: epidermis, dermis e hipodermis. Las dos primeras son aquellas que deben cuidarse, hidratarse y mejorar para conseguir una piel joven.
- La epidermis es la barrera cutánea más extensa. Su función es la protección frente a las agresiones externas y a la deshidratación.
- En la dermis se localizan proteínas como el colágeno y elastina; los vasos sanguíneos y el sistema nervioso. Aporta fuerza y flexibilidad a la piel para hacerla firme y elástica.
- La hipodermis es la capa más profunda de la piel y se compone de grasa y vasos sanguíneos. Su función es almacenar energía y servir como aislante para el cuerpo.
¿Por qué mantener una piel joven? Porque nos protege de posibles efectos nocivos del exterior, al ser impermeable, resistente, flexible y tener una extraordinaria capacidad para regenerarse.
Al igual que cuidamos de otras partes de nuestro cuerpo, múltiples estudios científicos señalan la necesidad de adoptar hábitos saludables de higiene e hidratación que permitan mantener una piel sana y oxigenada.
Una dieta saludable y equilibrada, rica en vitaminas y minerales, es fundamental para garantizar la juventud de la piel. La vitamina A es especialmente relevante ya que contiene moléculas con propiedades antioxidantes -carotenos, retinol y ácido retinoico-. Y lo mismo ocurre con las vitaminas C, D y E.
Se recomienda Incrementar el consumo de frutas y verduras y beber agua, entre seis y ocho vasos diarios, para mantener hidratado todo tu cuerpo. El agua ayuda a mantener la elasticidad y flexibilidad de la piel.
El sueño juega un factor fundamental. Dormir al menos ocho horas evitará la aparición de ojeras y un aspecto apagado de toda tu piel. El ejercicio físico es también clave para mantenerse en forma y alejar el estrés del cuerpo y de la mente.
Existen hábitos de consumo que perjudican la piel. El consumo de tabaco, por ejemplo, destruye la epidermis. Y en el caso del café y del alcohol, aceleran la deshidratación de la piel. La eliminación, o al menos una reducción, de estas sustancias contribuyen de forma muy positiva a un mantenimiento correcto de la piel.
Los cambios bruscos de peso también son un factor determinante. La grasa se acumula por debajo de la dermis y la epidermis y determina el grosor de la piel. Pero tanto si se gana o se pierde peso, las fibras que otorgan a la piel elasticidad y flexibilidad se rompen, apareciendo estrías, pliegues y arrugas, con especial incidencia en cara, cuello, brazos, muslos y vientre.
Y por supuesto, lo más importante es evitar la exposición prolongada al sol, porque el 80% del envejecimiento de la piel se debe a esta causa. Si bien es cierto que se recomienda exponerse al sol para sintetizar la vitamina D en el organismo, bastan 15 minutos para conseguir este objetivo.
El foto-envejecimiento se manifiesta cuando se expone la piel al sol durante un tiempo prolongado. Los rayos ultravioletas son los responsables del daño al que se somete el ADN celular: se producen quemaduras – cuyos efectos permanecen a lo largo de la vida de las personas (los dermatólogos aseguran que la piel “tiene memoria”) –, aparecen las arrugas, manchas en la piel, y en el peor de los casos, el melanoma. Este tipo de cáncer tiene curación si se detecta a tiempo porque de no ser así, su tasa de mortalidad es elevada. Por ello, es más que recomendable incorporar al calendario de revisiones médicas una visita periódica al dermatólogo.
El colágeno y la elastina son la base fundamental para mantener la piel joven. Estas proteínas representan hasta el 75% de la piel, se localizan en la dermis y son las responsables de mantener la firmeza, elasticidad y resistencia.
El colágeno es la proteína más abundante en el cuerpo humano. Representa un 25% de la proteína corporal total y lo produce un determinado grupo de células llamadas fibroblastos. Éstas son las responsables de crear y mantener los tejidos que forman el organismo humano.
Con el paso de los años, el cuerpo ralentiza la producción de estas proteínas provocando, en el caso concreto de la piel, aspereza, sequedad, arrugas, flacidez fácil y la pérdida de volumen y densidad dérmica.
Precisamente para evitar esta pérdida natural de colágeno es necesario hidratar y reforzar la piel de forma intensiva. Cabe destacar también el papel que juegan las ceramidas, aceites que se encuentran de forma natural en la piel y que forman una barrera cutánea que contribuye a retener la hidratación. Como ocurre con el colágeno, su producción natural disminuye con el paso de los años. Por ello, resulta imprescindible utilizar productos hidratantes que faciliten a la piel su propia activación para que puedan generarse de forma natural.
Conservar una piel joven no solo contribuye a mantener sano el resto del cuerpo, sino que tiene un efecto psicológico positivo, al incrementar la autoestima de las personas. Por ello, es necesario normalizar el cuidado diario de la piel manteniendo una higiene adecuada, no utilizando productos excesivamente ácidos y aportando las sustancias necesarias para su correcta conservación.
La hidratación mediante el uso de productos dermatológicos que impulsan de forma natural la síntesis de colágeno y ceramidas es indispensable para todas las personas, con independencia de su edad o sexo. Si bien es cierto que esta hidratación se hace más necesaria en pieles maduras o envejecidas por las causas anteriormente descritas.
Es importante que los geles contengan agentes nutritivos que nos ayuden a rehidratar y nutrir la piel, aportando suavidad a la misma y favoreciendo el mantenimiento de una piel saludable.
Otro factor a tener en cuenta es el pH de la piel: no es lo mismo el 5,5 de niños y jóvenes que el 7 de un adulto. Por lo que debes buscar un equilibrio en los geles de ducha familiares.
Otro aspecto a tener en cuenta es la sostenibilidad medioambiental. A la hora de elegir nuestro gel de ducha, es importante fijarnos en que su packaging sea reciclable y ayude a minimizar el impacto en el medio ambiente.
Es por eso que un gel lácteo como el de Lactovit nos ayuda al cuidado diario de toda la familia.